No es lo mismo el motivo que la motivación | Portal Emprendedor

1. Emprender es una actitud.
Cualquier intención emprendedora debe acompañarse de altas dosis de verdadera motivación, conocimiento, aprendizaje, desarrollo de capacidades de trabajo, liderazgo y creatividad. Pero también de una actitud inconformista y crítica con uno mismo. Steve Jobs, fundador de Apple, afirmó en este sentido que «a veces, cuando innovas, cometes errores. Es mejor admitirlos enseguida y seguir mejorando el resto de tus innovaciones». 

El desconocimiento de los trámites para poner en marcha una oportunidad empresarial no debe ser nunca una barrera que frene la actividad emprendedora. Sin embargo, en muchas ocasiones, las herramientas que la sociedad ofrece al emprendedor parten de un diagnóstico erróneo, cuando no sesgado, que no tiene en cuenta los procedimientos para la implantación de una empresa o las barreras administrativas o financieras que suponen un freno a la iniciativa emprendedora.
2. Evita los falsos mitos asociados al emprendimiento.
Entre las principales motivaciones para emprender figuran el obtener un alto rendimiento económico, ganar dinero en consonancia con el esfuerzo, tener tiempo libre, ser uno su propio jefe o trabajar a su propio ritmo. Sin embargo, estos son falsos motivos para emprender, ya que se confunde el motivo con la motivación. Los motivos descritos son una huida hacia delante en una situación personal, como el desempleo o la necesidad de mejorar profesionalmente, pero emprender implica invertir una gran cantidad de tiempo y de esfuerzo (económico, personal, familiar...). Sólo se conseguirán unos niveles de renta elevados y disponer de un mayor tiempo libre cuando se ha luchado lo suficiente y se ha conseguido estabilizar y consolidar una iniciativa empresarial.


3. Emprender no es sinónimo de crear una empresa.
El emprendimiento es un concepto muy amplio y abierto a cualquier oportunidad de negocio. No siempre debe dar lugar necesariamente a la constitución de una empresa nueva, sino que puede ser la generación de un nuevo proceso productivo o un nuevo modelo de negocio dentro de una organización ya existente.
4. Emprender debe ser sinónimo de generar conocimiento hacia la sociedad.
De hecho, en la actualidad se concede más importancia al conocimiento que es capaz de generar endógenamente el propio emprendedor, generando spillovers (se llaman así los «desbordamientos» de conocimiento que se producen en las empresas, y que dan lugar a nuevas iniciativas) y spin-offs (que le permiten identificar y explotar nuevas oportunidades de mercado), que al que transmite el propio sistema educativo.

5. No temer al fracaso y sacar lecciones valiosas del mismo.
Los mejores proyectos empresariales los ponen en marcha personas acostumbradas al fracaso. Es muy importante, para que puedan surgir nuevos negocios, que las personas sepan gestionar adecuadamente situaciones de fracaso y que exista una cultura «permisiva» con el mismo (el «fracaso» como forma de mejorar el aprendizaje). Desde el punto de vista formativo, el conocimiento de estas experiencias fallidas en el desarrollo de una actividad empresarial posibilita unos criterios de actuación y un know-how clave para desarrollar posteriores actividades. 

Como bien explicaba el profesor José María Veciana (2005): «El empresario considera el fracaso y los errores como una forma de aprender. Los empresarios eficaces son suficientemente realistas para esperar dificultades y tropiezos, y cuando estos se presentan, y fracasan, no se sienten desanimados, frustrados ni deprimidos. El fracaso es para ellos una lección práctica que no temen. Parece como si los empresarios se hubieran acostumbrado a trabajar de niños en el trapecio de la vida sin la red de protección: el padre. El valor y la ausencia de temor al fracaso son, en estos casos, resultados predecibles».
6. Saber gestionar el fenómeno de la incertidumbre.
Si una persona se encuentra realmente motivada para emprender, y es consciente de todos los sacrificios personales y familiares que esto conlleva, debe acostumbrarse al fenómeno de la incertidumbre. Peter Drucker advirtió de esta circunstancia al afirmar que «donde hay una empresa de éxito, alguien tomó alguna vez una decisión arriesgada». Esta cualidad resulta esencial, ya que en la actualidad «casi todo» está inventado. Solo viendo qué hacen y cómo actúan los demás podrá el emprendedor proponer y hacer cosas que nadie ha hecho. Por lo tanto, en muchas ocasiones lo importante no es tanto la idea sino el modelo de negocio. La adaptación de las nuevas tecnologías a un producto o servicio tradicional, o la personalización de los productos para crear experiencias únicas, es una oportunidad estratégica digan de explotarse, sin tener que arriesgar con un producto o servicio totalmente novedoso.


7. Buena parte de la supervivencia de la iniciativa empresarial depende de una buena capacidad para comunicar y transmitir confianza en la idea.
La iniciativa hay que transmitirla a posibles inversores interesados en aportar un dinero. Los inversores confían su dinero a una persona, no tanto a la idea. De ahí la importancia de la forma en que el emprendedor se expresa y transmite confianza y seguridad en su proyecto. Para que el mensaje se transmita de una forma convincente deben mejorarse las habilidades comunicativas (tanto las verbales como las no verbales), y se requiere que el emprendedor adquiera una formación en técnicas de persuasión. No obstante, emprender requiere pasar de lo verbal a lo físico, esto es, según palabras de Walt Disney: «El camino para empezar es dejar de hablar y comenzar a hacer».


8. Saber elegir a los compañeros de viaje.
Hay que decidir si se va a emprender en solitario o en colaboración con otros partners complementarios. En ocasiones suele contarse con amigos y familiares, pero hay que analizar si realmente están preparados para desempeñar las funciones que se les asignen.
9. Saber situarse siempre en el lado del cliente.
En muchas ocasiones, el tener un buen producto o disponer de recursos financieros no es suficiente para consolidarse en una actividad. Es más importante mantener una constante empatía, especialmente ante las necesidades de los potenciales clientes. Como bien dijo Bill Gates: «Tus clientes más insatisfechos son tu principal fuente de aprendizaje».

10. Saber identificar y valorar los sacrificios que supone emprender.
Una de las principales motivaciones para emprender es la de conseguir un mayor nivel de renta, pero hay que ser consciente de todos los sacrificios personales y familiares que implica, especialmente en los primeros años de actividad. Si una persona no está dispuesta a luchar las 24 horas del día por su negocio, la actividad emprendedora no es su mejor alternativa. Resumiendo: perseverancia, confianza en sí mismo y dedicación plena.
Un proverbio de Normandía describe muy explícitamente el esfuerzo y la constancia que supone la figura de un emprendedor: «Cuando triunfas una vez, puede ser casualidad. Cuando triunfas dos veces, puede ser cuestión de suerte. Cuando triunfas tres veces se debe al trabajo duro y al hecho de ser eficaz y competitivo».

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